jueves, 14 de enero de 2010

5 - ¿DEBEMOS DEPENDER DE LA SANIDAD DE DIOS?

SANIDAD DIVINA
Por Yiye Avila
5 - ¿DEBEMOS DEPENDER DE LA SANIDAD DE DIOS?

EL REY ASA NO BUSCO A DIOS

En 2 Crónicas 16:12, habla de un siervo de Dios, uno de los reyes del Antiguo Testamento, que fue fiel a Dios. Dice que en el año 39 de su reinado enfermó el Rey Asa de los pies hasta el punto de sufrir muchísimo. ¿Qué le dio en los pies? No lo dice, tal vez alguna infección, algún hongo. Lo que fuera, la enfermedad fue terrible. En su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos.

Ahora entramos en la decisión final de la pregunta que ha estado dando vueltas sobre todos nosotros. Ahora estamos, no con cualquier persona, sino con un rey de Israel, un ungido del Señor. Hombre que honró a Dios en muchas circunstancias.

En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos. Y durmió Asa con sus padres, y murió en el año cuarenta y uno de su reinado.
2 Crónicas 16:12-13

Murió y lo sepultaron en el sepulcro que se había hecho en la ciudad de David. Quiere decir que no buscó a Dios, el Dios que en Su Palabra le decía: “Yo Soy tu sanador”. El Dios que decía: “Servirás al Señor tu Dios y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti”. El tenía esas promesas y las enseñaba. Asa conocía la Palabra de Dios. Eso estaba en el libro de Éxodo. El tenía esa escritura que se enseñaba en Israel. Era uno de los reyes que enseñaba la Palabra. Sin embargo, cuando llegó la enfermedad y le apretó, se olvidó de la Palabra y fue a los médicos y se murió. Vamos a comparar eso con esto otro.

Otro rey de Israel en 2 de Reyes 20. Ahora vemos a Ezequias, rey de Israel. A Ezequias le pasó lo mismo que le pasó a Asa, pero en una forma más profunda, porque dice que en aquel tiempo Ezequías enfermó de muerte. La Biblia no dice que Asa enfermó de muerte, ni que Dios dijo que se iba a morir, dice que no buscó a Dios para que lo sanara y fue a los médicos y se murió. Pero, de Ezequías dice, que enfermó de muerte y vino a verlo el profeta Isaías y le dijo: Así dice Jehová:

Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.
2 de Reyes 20:1

Eso no era palabra de Isaías, era Palabra de Dios. Y entonces, Ezequías volvió su rostro hacia la pared y le dirigió a Jehová esta oración:

Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro.
2 Reyes 20:3

No se quería morir. Pero, fíjate que con lágrimas oró a Dios, con lágrimas de reclamó: “Te he servido de todo corazón, he guardado tus mandamientos y fíjate ahora esta enfermedad viene a traerme la muerte”.
Aquí hay un punto que debemos aclarar. En el Antiguo Testamento todavía la obra redentora no estaba hecha.

Ahora Pablo dice que el morir es ganancia porque nos vamos con Cristo instantáneamente, lo cual es estar mucho mejor. Es decir, que si morimos ahora mismo, salimos del cuerpo e inmediatamente veremos ángeles del Señor que nos llevarán al reino de los cielos y veremos cara a cara a Jesús. Eso es una ganancia grande.

Ellos no tenían esa promesa, el Señor no había muerto en la cruz y si Ezequías se moría, por supuesto que moría salvo, pero iba para abajo, para el Seol, para la parte superior del Seol, que le llamaban Seno de Abraham. Eso no era ganancia. Ahí tenía que esperar hasta que Cristo obrara la redención y entonces se lo llevara para arriba, para el cielo. En algunos casos esperaron miles de años algunos de ellos ahí abajo. Por lo tanto, era natural que Ezequías deseara vivir por más tiempo, y lloró amargamente y reclamó a Dios y trajo delante de Dios su sinceridad y su fidelidad para con El.

Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Filipenses 1:21

DIOS CONTESTA EL CLAMOR

Después de esa oración, Isaías salió y estando todavía en el patio central del palacio recibió el siguiente mensaje de Dios:

Vuelve, y dí a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano.
2 Reyes 20:5

Uno fue al médico y se murió, otro gime y llora delante de Dios, y Dios se arrepiente de llamarlo hacia el descanso de la muerte y le dice: “Te sanaré”, dentro de tres días subirás a la casa de Jehová, agregaré a tus días 15 años, y te libraré a ti y a la ciudad de las manos de Asiria, pues ampararé a esta ciudad por mi propia causa y por amor a mi siervo David. Ahora fíjate, la diferencia entre uno que fue a la ciencia del mundo, y no a Dios, y se murió, y uno que lloró delante de Dios, no solamente vivió quince años más, sino que trajo quince años de paz al pueblo.
Nota los dos puntos que hay ahí, no fue solamente que no se murió, sino que Dios lo sanó y trajo quince años de bendición al pueblo de Israel. Cada vez que tú Vienes al Señor y El te sana de una enfermedad, tú con tu testimonio le llevas bendición a los demás hermanos. Pero cada vez que vas para el médico sin haber buscado la sanidad primero en Dios, no les das ejemplo a los demás, que van quizás a imitarte, y en vez de honrar a Dios se van a mover fuera de la luz de la palabra.

PARATE EN FE DELANTE DEL DIABLO

En esto de la sanidad divina, no es solamente el problema de si me sana o no me sana, ya Cristo lo sanó en la cruz, el problema es que tú te pares en fe delante del diablo, que es un ladrón y un mentiroso y asumas una posición en el Señor y no des un paso atrás de ninguna manera. ¿Por qué? Por amor, no a este cuerpo que nos duele, sino por amor al Cristo, que en la cruz pagó un precio tan grande por tu enfermedad. Por amor a la obra de Dios, que al tú ser sanado por el Señor vas a ser un testimonio para esa humanidad impía.

MUCHOS CREEN POR LA OBRAS

Dicen algunos hermanos que han visitado las campañas: “No creíamos nada, pero ahora creemos”. ¿Por qué creen? Porque han visto ciegos ver, sordos oír, heridas desaparecer y muelas empastadas. Al ver las obras de Dios, multitud de pecadores, multitud de incrédulos que no creen por la Palabra, creen por los milagros. Por eso es que la sanidad divina es tan importante. Cristo dijo:

Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
Juan 10:38

Y fíjate si esto es importante, que Juan el Bautista en la cárcel, se llenó de duda algo increíble, pero cierto. El envió dos emisarios al Señor y le preguntaron: “Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro”. Eso era una cosa tremenda, porque Juan vio la paloma cuando vino y se posó sobre el Seño, y él mismo lo señaló y dijo:

He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Juan 1:29

El Señor le mandó a contestar:

Id, hacer saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio.
Lucas 7:22

Y no dijo solamente: “Predico el evangelio, predico la Palabra”. Dijo: “Predico y hago milagros de todo tipo”. Quiere decir que nunca desligó la sanidad divina de la predicación de la Palabra.

EL MENSAJE DE SALVACIÓN Y SANIDAD ESTA UNIDO

Hagamos lo mismo, los hermanos pastores y evangelistas no desliguemos nunca la obra de sanidad, del mensaje de que Cristo salva, porque es como las dos alas de un pájaro que si le quita una, el pajarito de va a mover muy grotescamente. Por eso es que la iglesia del Señor se mueve hoy muy mal, porque ha perdido la fe para una parte de la obra que Cristo hizo en la cruz, por la cual sufrió tanto como sufrió por el pecado. Porque llevar el pecado es un sufrimiento terrible, pero llevar la enfermedad le llenó de llagas y de dolor sobrenatural hasta hacerlo gritar: “Padre mío, Padre mío, por qué me has desamparado”. El dolor de la enfermedad y el dolor de sentirse como un pecador cargado con el pecado de nosotros. Fue una situación trágica y terrible para Jesús. Es injusto que ahora nosotros dudemos y vacilemos en al fe.

DIOS NUNCA FALLA

Por lo tanto, ¿a dónde vas a correr tú cuando venga el síntoma? ¿A un hombre que puede fallar, a un hombre que a lo mejor es un pecador? Son pocos los doctores que yo conozco convertidos. En Puerto Rico los hay llenos del Espíritu Santo, tan llenos de fe que cuando gente cristiana va a consultarse con ellos, le dicen: ¿Qué hago, le receto o le oro?” Y los avergüenzan. Son gente que predican con autoridad, con ministerios evangelísticos llenos de Dios y doctores de fama en mi país. Uno de ellos se convirtió al Señor a través de nuestro programa radial “Cristo viene”, el doctor Saúl monge. Es uno de los urólogos más prestigiosos que hay en mi país. Predica y ora por los enfermos y Dios hace milagros a través de ellos.
Hermano, esta Palabra es nuestra lámpara. Si nosotros somos cristianos de verdad, se supone que caminemos a la luz de la Palabra y el Señor lo dijo:

Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.
Salmo 119:105

Eso hermano, es uno de los preceptos de la Biblia. Que tenemos que guardar sus mandamientos y todos sus preceptos. “Yo soy tu sanador”, ese es un precepto escrito en su palabra. Cristo llevó ya en la cruz la enfermedad para los que se mantienen en su Palabra y esa Palabra misma te imparte a ti la fe de vencer al diablo en todos los frentes.

PODER Y AUTORIDAD

Acuérdate, el que pone la enfermedad es un enemigo derrotado, y tú tienes autoridad sobre él.

[Cristo] Habiendo reunido a sus doce, les dio poder y autoridad sobre los demonios, y para sanar enfermedades.
Lucas 9:1

Cuando venga el diablo con la enfermedad, dile: “Tengo autoridad sobre ti, te ordeno que te vayas en el nombre de Jesús”. Háblale con autoridad y háblale con la ira de Dios, que no es a una persona, es al diablo a quien tú le estás hablando. Y el diablo, dice la Biblia, “huirá de vosotros”. Y tú seguirás glorificando a Dios con este cuerpo y glorificando a Dios en tus buenas obras. Una buena obra es poder esperar en el Señor para que El nos sane y le podamos decir a la humanidad: “Cristo me sanó”.

EL IMPIO SE BURLA Y NO CREE

En el pueblo de Hatillo, un pueblo a cinco minutos de Camuy, había un doctor en medicina. Cuando los pentecostales iban a consultarlo a él, después que les cobraba los cinco o diez dólares, se echaba a reír en la oficina cuando de iban, y decían: “Y eso que dicen que son de Cristo y vienen corriendo a mí para que les recete”. Imagínese el dolor que sentía el Señor oyendo a ese impío. Una secretaria de él nos contó el asunto, porque a ella le dio piedra en el riñón y el no pudo sanarla y vino para que oráramos por ella. Cuando mi suegra y yo oramos botó las piedras molidas, fue al doctor y le dijo: “Tú no pudiste, pero el Cristo de los aleluyas pudo”.
Dios obró para que aun ese impío viera Sus obras por la propia secretaria de él y pudiera arrepentirse, porque Dios lo ama. Pero, fíjese cómo se avergonzaba al Señor por culpa de los hijos de Dios y nosotros no estamos a avergonzar al Señor y ser instrumentos para que un impío avergüence el nombre del Señor. Estamos para ser instrumentos de honra al nombre de Señor y llevarle la luz de su Palabra a la humanidad.

DIOS HONRA A LOS QUE LE HONRAN

Hay que llevar la Palabra, pero hay que vivir la Palabra, se lo digo delante del Señor. Llevo veintisiete años predicando y el diablo me ha tirado con cuanto tipo de enfermedad hay. De la artritis que Dios me sanó, me han aparecido los síntomas y le he dicho: “Mentiroso, estoy sano”. Y he seguido andando y se han desaparecido. Me ha puesto síntomas en el corazón y Dios los ha quitado. Me ha puesto síntomas en la cabeza y Dios los ha quitado; cuanta enfermedad, todo, Dios lo ha quitado. He ido a predicar casi mudo afectada la garganta de una ronquera terrible. He predicado con fiebre y con escalofríos. He ido a predicar más muerto que vivo, de tan cansado, y como quiera únicamente lo que he hablado es: “Estoy sano, estoy fuerte, estoy bien, la voz está como trompeta”. Y Dios me ha honrado dándome sus fuerzas para ministrar al pueblo. Gloria a Dios.
No he gastado un centavo en medicinas en los veintisiete años que llevo predicando este evangelio de poder. El dinero que Dios me da lo necesito para mis necesidades y la obra de Dios.

DEPENDE DE DIOS PARA TU SANIDAD

El dinero que tú gastas en el médico, si Cristo te sanó ya en la Cruz, úsalo para la obra de Dios. Te enfermas, ven a Cristo y cuando Cristo te sane, dile: “los veinte dólares que le iba a dar al médico, te los voy a dar a ti ahora, para tu obra”. Yo he tenido hermanos que me han escrito y me han mandado una ofrenda para el ministerio, diciendo: “Le estoy enviado esos veinte dólares, se los hubiera tenido que dar al especialista, pero cuando usted oró por la radio, yo puse la mano y quedé nuevo”. Dios es fiel, Dios es verdadero, Dios no fallará nunca en hacer lo que El ha prometido.
La sanidad divina es parte del evangelio de Jesucristo, está ligada al cuerpo de Jesús, está ligada a la salvación del alma y tú honras a Dios con ese cuerpo y cuando el diablo venga y lo enferme, sánate en el nombre de Jesucristo, que en la cruz El llevó la enfermedad y “por su llaga fuimos nosotros curados” Isaías 53:5
Vamos a terminar contestando la pregunta ahora. ¿Cuántos creen por la Palabra que realmente debemos depender de Dios para la sanidad? Hermano, yo la creo con todo mi corazón y Dios no me ha fallado nunca, ni me fallará. Líbreme el Seño de juzgar a nadie que vaya al médico. Dios no me llamó a juzgar a nadie. Los hermanos que yo sé que van a los médicos y al hospital, yo oro por ello de todo corazón: “Señor, el hermano parpadeó, él es débil como yo, se puede equivocar, sánalo allá por tu misericordia”. Por nada los juzgo ni los critico. Predico la Palabra, enseño la Palabra y esta Palabra es la que imparte la fe.

CULTIVA TU FE

No permitas que el diablo te saque esta semilla, porque esto es una semilla que entra y se incrusta en el corazón del hombre, y tú tienes esa semilla sembrada ahí, pero no le permitas a ese diablo que te saque esa semilla. Para eso, saca un ratito continuamente y relee todos estos textos de sanidad. Apréndete de memoria una o dos docenas de ellos, y a cada rato párate como un buen declamador y repíteselos al diablo en la cara y cuando venga un síntoma, empieza a hablarlos, a gozarte, porque tú estás sano por la Palabra. Y si tú vives eso, hermano, no hay diablo que te pueda doblar con una enfermedad y tú estarás sano siempre y serás un ejemplo para la iglesia del Señor. La Palabra es vida para los que la hallan y medicina para todo nuestro cuerpo.

“BAILE DE SAN VITO”

En mi hogar, con la misma niña; Doris, cuando tenía como siete u ocho años, el diablo le lanzó un ataque terrible y le puso el “baile de San Vito”. Eso es, conforme a los médicos, un virus que ataca los nervios y empieza a paralizar a la persona, y cuando a la nena la atacó eso ya yo estaba prevenido por el Señor. Una noche yo estaba dormido y de pronto el Señor entró en el cuarto. Levantó la mano abierta y me dio un golpeó así, yo di un salto y caí sentado en la cama. Entonces el Señor se me paró al lado y me dijo: “No temas lo que vas a ver, que yo estoy contigo”. Yo estaba muy alerta y dije: “Algo grande va pasar”. El Señor se desapareció y yo empecé a orar. Pasados algunos días; me puse en ayuno. Cuando Dios previene, uno no se puede descuidar.
De pronto aparecieron los síntomas a la niña. Cuando agarraba algo, la mano le brincaba y se le caía. Empezaron a caérsele los vasos y la mamá le regañaba. Yo le dije a mi esposa: “Ten cuidado, que yo noto que hay algo raro en ella”. Según se fue poniendo peor nos dimos cuenta que sus nervios estaban afectados y no podía ni mantener ya un papel en las manos. Todo lo que trataba de sostener, se le caía. No controlaba la quijada y cuando le introducía el alimento en la boca se le salía. Era algo horrible. Al pasar los días, quedó en tal forma que las piernas se le cruzaban al caminar y se caía y ardía en fiebre. Yo lleva en ayuno varios días, y dije: “Señor, esto fue lo que tú me avisaste, pero no temo, tú estás conmigo, Mi hija está sana por tu Palabra”.
No es lo que veas, es lo que creas, Si tú vives por tus sentidos naturales estarás siempre fracasado espiritualmente. Tienes que vivir por la fe, porque la Biblia dice: que no es por vista que andamos, sino por fe.
“Está sana, Señor, tú la sanaste en la cruz, el diablo es un mentiroso”. Yo seguí en ayuno sintiendo autoridad de Dios. Le puse las manos en la cabeza de la nena y reprendí. Le ordené al demonio que saliera, pero no era un demonio, eran muchos demonios. Salían de ella y se me metían a mí por la cabeza como agujas calientes. Muchas agujas calientes entraban en mi cabeza y tenía que quitarle las manos a la nena y ponerme yo las manos y reprenderlos de mí mismo. Dios dándome una lección muy objetiva y enseñándome, en la batalla contra Satanás, que no era un virus como dicen los médicos; sino una legión de demonios que se había apoderado de la niña.

ESPERANDO EN FE

Y ahí estuvimos en la batalla mi esposa y yo, Oramos y yo le decía a mi esposa: “¿Tu crees que Dios la sana?” “Seguro que sí, esperamos en Dios”, decía ella. Yo lo hacía para probarla. Yo estaba predicando. Todas la noches dejaba la nena en mi casa, mi esposa se quedaba con ella y yo salía a predicar. Oraba por los enfermos y milagros gloriosos se operaban y al regresar encontraba esa tragedia en mi casa. Veía aquel cuerpecito tirado en la cama, tan delgadita. Ella era una nena gordita, bien linda. Ahora estaba flaquita, hasta daba miedo verla. Me miraba a los ojos como un lunática. Yo trataba de hablarle y su mirada estaba fija. Una cosa horrible. Yo decía: “Está sana por tu Palabra, el diablo es un mentiroso, está sana”. Al cabo, como de nueve días, yo oraba una noche en una iglesia por muchas personas, y había una señora con un nene en los brazos. Cuando le puse las manos al nene, dije: “Señor, por el nene y por mi nena”. Oré, reprendí y me fui. Cuando iba por la carretera guiando mi automóvil, oí la voz del Señor, cuando me dijo: “Mañana la nena come sola”. Me bañe en lágrimas y dije: “Señor gracias, tú ere fiel y verdadero”. Llegué a mi hogar, oré un rato, era tarde, mi esposa se había acostado. Me levanté a las cinco de la mañana y oré otro rato. A las ocho llamé a mi esposa y le dije: “prepárale un cereal a la nena, siéntala a la mesa en la silla y ponle la cuchara en la mano, que el Señor me dijo anoche, que hoy iba a comer sola”.
Ella no podía sostener un papel en las manos. La quijada no funcionaba, le poníamos la comida en la boca y se le salía. La sentamos a la mesa, mi esposa la sostenía. Le pusimos la cuchara en la mano y la mano quedó firme con la cuchara sostenida. Abrió la boquita, la primera cucharadita de avena se la introdujo en la boca, y según la comía, mi esposa y yo llorábamos dándole gracias a Dios. “Señor, sabíamos que estaba sana, el diablo es un mentiroso y tu Palabra es verdad”. La gloria es para El.

DOS MUNDOS OBSERVAN LA BATALLA

Cuando yo oraba después de rodillas, dando gracias a Dios, el Espíritu de Dios me habló y me dijo: “Mi siervo, dos mundos observaban la batalla, mis ángeles y yo, y el diablo y sus ángeles. El diablo me decía: “A que va al médico, a que va al especialista, a que no cree tu Palabra, a que duda”. Y yo le decía: “A que espera en mí”. Mira, hermano, es mejor morirnos e irnos para el cielo que avergonzar el nombre del Señor. Tú tienes las armas espirituales poderosas para derribar fortalezas, la Palabra de Dios, la oración de fe, el ayuno y la que Dios nos ha dado para esperar en fe hablando victoria, y Dios nunca fallará en cumplir ninguna de Sus buenas promesas.
Dios ha prometido sanar nuestras enfermedades. Son promesas para Sus hijos. No te resignes a estar enfermo. Revélate contra la enfermedad. Habla solo la Palabra y muévete como sano.
Es necesario entregarnos a Cristo de corazón. Cuando tú rindes tu corazón a Cristo y le aceptas como Salvador, Su sangre te limpia de pecado y vienes a ser hijo de Dios. El no fallará entonces en sanarte, si tú se lo pides. Acepta a Cristo como tu Salvador y reclama Sus promesas. Sé sano ahora. El Señor te dice: “Yo soy tu sanador”.

CITAS BÍBLICAS SOBRE LA FE Y LA SANIDAD

Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, E hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y Guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy tu sanador.
Éxodo 15:26

Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti. No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completaré el número de tus días.
Éxodo 23:25-26

El hace habitar en familia a la estéril, Que se goza en ser madre de hijos.
Salmo 113:9

El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias
Salmo 103:3

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Isaías 53:4-5

He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad.
Jeremías 33:6

para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.
Mateo 8:17

quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
1 Pedro 2:24

Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.
3 Juan 2

Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación,
No te sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada. Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación.

Salmo 91:9-10,16

¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.
Santiago 5:14-15

Pero clamaron a Jehová en su angustia, Y los libró de sus aflicciones. Envió su palabra, y los sanó, Y los libró de su ruina. Alaben la misericordia de Jehová, Y sus maravillas para con los hijos de los hombres; Ofrezcan sacrificios de alabanza, Y publiquen sus obras con júbilo.
Salmo 107:19-22

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero.
Gálatas 3:13

Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
1 Corintios 6:20

así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
Isaías 55:11

Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero dí la palabra, y mi siervo será sano. Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
Lucas7:7,9-10

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Juan 10:10

He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?
Jeremías 32:27

Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
Marcos 9:23

cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Hechos 10:38

Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel.
Mateo 15:30-31

Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.
Mateo 8:2-3

Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
Hebreos 13:8

Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
Marcos 11:24

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Hebreos 11:1,6

(como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes ) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
Romanos 4:17

Oh Israel, confía en Jehová; El es tu ayuda y tu escudo. Los que teméis a Jehová, confiad en Jehová; El es vuestra ayuda y vuestro escudo.
Salmo 115:9,11

Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.
Hechos 3:6,8

Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.
Proverbios 4:20-22

y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.
Deuteronomio 6:9


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