martes, 15 de septiembre de 2009

CURSO DE HERMENUTICA LECCCION 19

CURSO DE HERMENÉUTICA

LECCION 19

HERMENÉUTICA DEL NUEVO TESTAMENTO

ALGUNAS REGLAS

• Observar que los evangelios y los primeros capítulos del libro de los Hechos (1–12) están dados en un contexto judaizante. Algunas de estas prácticas no se van a aplicar a la Iglesia, aunque de allí se desprendan principios y verdades.

Por ejemplo, el día de reposo, si fuera literalmente, habría que guardarlo. Pero los cristianos cambiaron su reunión a los domingos en las casas, ya no en la sinagoga. Hay un cambio de los evangelios a la Iglesia neotestamentaria.

• Había escuelas judías de interpretación en los tiempos de Jesús, y aún en las epístolas hay vestigios judaizantes. Se ve cuando Pedro quiere guardar las cosas judías (después de Hch 15). Pablo lo tiene que reprender y centrarlo en una vida netamente cristiana sin influencia judaizante.

• Algunas epístolas eran personales y otras pastorales. También hay cartas universales. Se debe tomar en consideración a quien se dirige cada escrito.

• Hay mandamientos, promesas, y principios en el Nuevo Testamento. Son diferentes entre sí, y se debe distinguir si algo es un mandamiento o una promesa. Hay muchas promesas personales que no se aplican a nosotros. Una de ellas es la hecha al carcelero de Filipos: cree tú (carcelero)—no es una promesa para cada cristiano, sino que fue para ese hombre en especial.

• El Nuevo Testamento está lleno de figuras de lenguaje. Especialmente los evangelios están cuajados de parábolas y símiles. También hay lenguaje literal que debe interpretarse como tal.

Los milagros fueron para cada una de esas personas—no son para uno aunque pueden ser fundamentales para que ejerza uno su fe; pero recuerda que no fueron una promesa para ser tomada literalmente para nosotros, a menos que esté en términos generales y universales. Entonces sí son promesas para todos (como “ Estaré con vosotros hasta el fin del mundo ”)

• No olvidemos que hay cosas que Dios quiso revelarnos, pero hay otras que no quiso que sepamos.

Si queremos “interpretar” una de éstas, hay que marcarla como una suposición, o una opinión personal (yo creo...), porque las Escrituras no lo aclaran.

LA TRADICIÓN RABÍNICA

En la Iglesia primitiva no se partió de cero: ellos ya tenían un trasfondo. Los que interpretaban la ley eran los judíos, y aunque no se tenía una Biblia escrita propiamente, existía la Ley oral que provenía de la tradición rabínica judía. La Iglesia nació en medio de esta atmósfera, lo cual hizo de las epístolas algo de mucha bendición, pues ya podían tener algo por escrito que les enseñara cómo conducirse.

Antes de esto (alrededor del 50 dC), sólo había la interpretación tajante y severa de la Ley, fría y sin misericordia, desprovista de todo el amor y la compasión de Cristo.

Es ingenuo pensar que la Iglesia arrancó con un Nuevo Testamento en forma. No tenían las Sagradas escrituras para guiarlos. Por ello Jesús dijo: el que tenga oídos para oír, oiga.

Jesús iba interpretando lo que decía y hacía, pues estaba consciente de que estaban las escuelas de Hillel y Shammai al asecho para desmenuzar sus palabras.

Sin embargo, la iglesia nació con bases sólidas en las enseñanzas de los apóstoles, de quienes escucharon el evangelio de primera mano.

Aquellos estudiosos que deseen saber cómo se formó la Biblia, pueden consultar los libros: La Biblia: cómo se convirtió en libro , de Terry Hall (Ediciones Las Américas), o Breve historia del canon bíblico , de Gonzalo Báez Camargo (Ediciones Luminar).

EPÍLOGO

Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos” (Jer 15:16).

“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti 3:15-17).

Que las horas que usted pase en el estudio de la Palabra de Dios sean de gran bendición para su vida.

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